El reciente anuncio por parte de Estados Unidos de nuevas prohibiciones sobre baterías y autopartes "fabricadas en China" ha vuelto a poner en primer plano la tecnología y la fricción comercial entre China y Estados Unidos. Según la Ley de Autorización de Defensa Nacional recientemente aprobada, el Departamento de Defensa de EE. UU. prohibirá la compra de baterías producidas por CATL New Energy Technology Co., Ltd., BYD Co., Ltd. y otras cuatro empresas chinas a partir de octubre de 2027.
Si bien la prohibición se aplica estrictamente a las adquisiciones de defensa, su impacto se extiende mucho más allá de la cadena de suministro directa del Departamento de Defensa. Los gigantes automovilísticos estadounidenses, como Ford y Tesla, siguen cooperando con empresas chinas como CATL y BYD, lo que demuestra la diferencia en la ejecución entre las adquisiciones comerciales y las adquisiciones de defensa. Esta división pone de relieve el desafío que enfrenta el gobierno de Estados Unidos de lograr un equilibrio entre salvaguardar la seguridad nacional y promover los intereses comerciales.
Además, la reciente incautación por parte de la Aduana estadounidense de miles de automóviles de lujo Audi, Porsche y Bentley que contenían piezas chinas ha intensificado la tensión entre China y Estados Unidos en la industria automotriz. Los vehículos fueron detenidos bajo sospecha de utilizar piezas del oeste de China, y la rápida respuesta e investigación del Grupo Volkswagen mostraron el enfoque cauteloso del fabricante de automóviles multinacional para abordar los riesgos geopolíticos.
Las restricciones estadounidenses a las baterías y autopartes fabricadas en China no son incidentes aislados, sino parte de una revisión y control más amplio de los productos chinos de alta tecnología por parte de Estados Unidos. Las restricciones a los semiconductores chinos en la Ley de Autorización de Defensa Nacional y el enfoque en eludir los controles estadounidenses a través de terceros países reflejan la intención del gobierno estadounidense de debilitar la influencia de China en la cadena de suministro de tecnología global y proteger sus propias ventajas tecnológicas.
Estas medidas son sin duda un gran desafío para las empresas chinas. Ante condiciones cada vez más estrictas de acceso a los mercados internacionales, las empresas chinas necesitan fortalecer la innovación independiente y mejorar la tecnología de los productos y la competitividad internacional. Al mismo tiempo, esto también ha llevado a las empresas chinas a prestar más atención a la diversificación e internacionalización de las cadenas de suministro y a reducir su dependencia de un mercado único.